sábado, 22 de septiembre de 2012


Lo importante es trabajar para resolver la crisis, sobran las algaradas. Con esas o parecidas palabras se argumenta en los aledaños del Gobierno, si no es el Gobierno mismo quien así arguye. Y uno se queda estupefacto cuando lee tales cosas. Porque quienes las dicen son precisamente los que han de buscar soluciones, y si la gente se lanza a la calle es justamente porque no lo están haciendo como deberían.
   Y hay más. La democracia no consiste en prescindir de la gente y de sus opiniones salvo en períodos electorales. Por el contrario, el ciudadano tiene el derecho de orientar en todo momento la acción política, o de pedir que cambie, si no le satisface, sobre todo cuando el Gobierno hace justo lo contrario de lo que prometió en la llamada a las urnas, como es el caso, pero también ante situaciones que demanden nuevos planteamientos que no se llevan a cabo. Manifestaciones, encierros, huelgas, concentraciones, referendos... constituyen formas de expresión de la voluntad popular que exige ser escuchada, ser tomada en consideración. Tratar de descalificarlas o de ningunearlas no deja de ser una maniobra muy burda, que tarde o temprano pasará factura a sus promotores.

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