lunes, 15 de abril de 2013


PARAÍSOS FISCALES

Confieso que no lo entiendo, eso de que un Estado permita a sus instituciones financieras acoger generosamente las fortunas de evasores fiscales de otros países. Y menos todavía que las naciones perjudicadas no muevan un dedo para impedir semejantes fechorías. Sobre todo, cuando no hablamos de una minucia.
   El Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación acaba de desvelar que 130.000 multimillonarios de 170 países sustraen billones (con b, no es una errata) de euros al fisco. Y otras fuentes señalan que la cantidad que no rinde cuentas a la Hacienda Pública en los lugares de origen equivale a la suma del PIB ¡de Estados Unidos y Japón!
   Es cierto que refugios para facinerosos de todo tipo no han faltado en la historia. Nunca ha carecido la ignominia de topónimos donde afincarse.  En el legendario Oeste, los pueblos sin ley ofrecían seguro refugio a cuatreros y asesinos, y hubo islas oceánicas que amparaban a los piratas.
   Pero vivimos en un mundo interrelacionado, en una aldea global. Y no cabe en cabeza alguna, como no sea, al parecer, las de los dirigentes internacionales, españoles incluidos, que no se actúe contra esa forma moderna de bandidaje que constituyen los paraísos fiscales.
   Esas auténticas cajas fuertes para uso y disfrute de riquísimos defraudadores tienen nombre. Se llaman Singapur, Samoa, Islas Caimán, Islas Cook (y, en buena medida, Suiza, Andorra, Gibraltar...). ¿Para cuándo una campaña que exija la erradicación de sus prácticas? Lo que no tributa ese dinero escondido, nosotros lo costeamos: en las carencias que sufrimos, en las subidas de impuestos que pagamos.

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