miércoles, 22 de mayo de 2013


CON LA IGLESIA TOPAMOS

Para aportaciones singulares a la política de recortes gubernamental, ahí está la del señor Gallardón. No hay constancia de que en su caso ande por medio intención ahorrativa alguna, por más que algo sí podría economizar si sale adelante su proyecto. Afecta la medida que quiere perpetrar a la libertad reproductiva de las mujeres. En efecto, se propone modificar a la baja la ley que regula la interrupción voluntaria del embarazo, eliminando o restringiendo posibilidades.
   De salirse con la suya, lo menos que puede decirse es que va a contribuir al desplazamiento de españoles más allá de nuestras fronteras. A los jóvenes que buscan en el extranjero el trabajo que aquí se les niega, se añadirá un número indeterminado de mujeres, condenadas, como antaño, a viajar fuera, donde rige una normativa sobre el aborto similar a la vigente en España hasta que él meta la tijera.
   Jalea al ministro de Justicia un coro de autodenominados defensores de la vida y lo bendicen los obispos. Las palabras las cargan de ideología, se les hace decir lo que no dicen. Con tales tergiversaciones intentan conducir el agua a la propia aceña, para que comulguemos todos con las ruedas de ese molino suyo.
   Torticeramente, identifican los vocablos embrión o feto y bebé, y así creen tener ganada la partida de la opinión pública. Nadie, como es lógico, se mostraría conforme con que se legalice matar a un niño. Sucede, sin embargo, que un embrión o un feto todavía no lo son. Si lo fueran, todo aborto intencionado, sea cual sea la circunstancia que condujese a él, habría de ser penalizado.
   Esa es la contradicción en que se mueven quienes pretenden recortar la casuística de la ley vigente. Porque si lo que habita en el vientre de la madre fuera, como ellos defienden, una persona, ¿cómo admitir la licitud del aborto, aunque solo fuese en determinados supuestos? Sería lo mismo que permitir un crimen atendiendo a las motivaciones que tuviera. Claro que se trata de una contradicción aparente. Porque lo que en el fondo les gustaría, y a lo que no van a renunciar, es que abortar esté absolutamente prohibido.
   Eso tienen los fundamentalismos, que no se conforman sus adeptos con ser coherentes con sus principios (derecho que nadie les niega), sino que pretenden que todos los sigamos, y si no es de grado, que sea por fuerza.

      

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