jueves, 16 de mayo de 2013


PESADILLA EN LA COCINA, de Lasexta

Mejor que bueno en lo suyo, que es el arte de los fogones, llanote en sus maneras hasta rayar en la brusquedad, con ese hablar viejo castellano que no hace ascos al taco; por veces desesperado, pero también con esa ternura que le pone a la faena, se dedica el chef Chicote a sacar a flote restaurantes de existencia dolosa.
   Yo no entiendo que haya sitios así en la España de hoy, pero ahí están. Destacan algunos por su suciedad, otros por la indolencia o la falta de preparación de su personal. A menudo resulta llamativo lo mal que se llevan entre sí, cómo se enfrentan y discuten, lo que de puertas adentro se dicen. Y para qué hablar de los dueños, muchos francamente enajenados, fuera de sitio.
   Todo un catálogo de miserias sale a la luz del día, qué opinará el turismo de casos como estos, que afectan a la industria nacional por antonomasia.
   Transcurren los minutos del programa y uno se pregunta si no existen inspectores que inspeccionen, dónde se formaron cocineros y camareros, qué idea tienen del negocio quienes lo montaron.
   Muy en su papel, trata Chicote de enderezar un rumbo a la deriva. Se sirve en ocasiones de las mismas malas formas que sus pupilos, (que muchas veces parece, por cómo se le enfrentan, que lo son contra su voluntad), pero con una gran ventaja, que le viene dada por sus saberes.
    Corrige malas prácticas en la cocina, organiza el servicio, ejerce de psicólogo para mejorar la comunicación y al final siempre da la impresión de que triunfa en su empeño. Su gran argumento, la traca última que remata  quehacer tan laborioso, es la elaboración, a su cargo, de una nueva carta e, incluso, la remodelación del local por su  propio equipo. Y es de ver cómo se emocionan los otrora desafectos, cómo se vuelven palmas lo que fueron lanzas.
   Un gran interrogante es cuánto durará ese estado seráfico una vez que el chef se haya ido en busca de otros menesterosos a los que remediar. Sería interesante que las cámaras volvieran a pasarse por esos restaurantes transcurridos unos meses, claro está, sin previo aviso. A lo peor, sigue sin ser oro lo que antes, cuando los dejó Chicote, tanto relucía.

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