DE UN TAL CALDEROLI Y OTROS DE SU
CUERDA
El vicepresidente del Senado
italiano ha tildado de “orangután” a una ministra del gobierno de su país, la
de Integración, que se llama Cécile Kyenge y es de origen congoleño y negra.
El ofensor responde al nombre de Roberto Calderoli. Nada sabía de su
existencia, hasta que sus declaraciones de energúmeno me lo sacaron del
anonimato.
No constan, que se sepa, antecedentes de perturbación mental en el
sujeto, así sea transitoria. Luego debe concluirse que es plenamente consciente
de lo que significa su eructo verbal. Hay mentes tan obtusas, por lo cerradas
–aunque mejor fuera decir cerriles- que no dejan resquicio alguno a que la
realidad de los seres humanos, iguales en su diversidad, destruya sus
prejuicios, que no ideas.
Lo peor es que nadie en su partido –la
Liga Norte- lo someta a ostracismo político,
exigiéndole, en primer lugar, la dimisión de su cargo, que ya les vale, que
haya llegado a ostentarlo personaje tal (también fue ministro, con Berlusconi).
Lejos de verlo como un apestado ideológico, se le jaleó en el mitin de
Treviglio (Milán), donde lanzó el exabrupto.
No disparata solo. Se multiplican en su partido manifestaciones
vergonzosas de similar calado racista. Así, dos meses atrás, el eurodiputado Mario
Borghezio dijo de Cécile Kyenge que estaría mejor de criada que de ministra. Y
no pasaron muchos días hasta que Dolores Valandro, consejera municipal en
Padua, a propósito de una violación supuestamente cometida por dos jóvenes
negros, se preguntara en Facebook si no habría quien la violara a ella (a la
ministra), al menos para que pudiera entender qué siente la víctima de un
delito infame. Usando la misma red social, se chanceaba recientemente Daniele
Stival, asesor para la inmigración de la región del Véneto, escribiendo su
enfado porque, con su símil, Calderoli había ofendido a los orangutanes.
Lo más fácil sería pensar que solo hay una supina ignorancia en
actitudes como esas. Pero en el afirmarse negando al otro laten
también pulsiones oscuras, complejos ocultos, intenciones nada santas.
Estamos, amén de ante una
injusticia, frente a un peligro del que la Historia no ha cesado, reiteradamente, de
advertirnos. No cabe ser tolerante con la intolerancia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario