miércoles, 17 de julio de 2013

DE UN TAL CALDEROLI Y OTROS DE SU CUERDA

El vicepresidente del Senado italiano ha tildado de “orangután” a una ministra del gobierno de su país, la de Integración, que se llama Cécile Kyenge y es de origen congoleño y negra.
  El ofensor responde al nombre de Roberto Calderoli. Nada sabía de su existencia, hasta que sus declaraciones de energúmeno me lo sacaron del anonimato.
   No constan, que se sepa, antecedentes de perturbación mental en el sujeto, así sea transitoria. Luego debe concluirse que es plenamente consciente de lo que significa su eructo verbal. Hay mentes tan obtusas, por lo cerradas –aunque mejor fuera decir cerriles- que no dejan resquicio alguno a que la realidad de los seres humanos, iguales en su diversidad, destruya sus prejuicios, que no ideas.
   Lo peor es que nadie en su partido –la Liga Norte- lo someta a ostracismo político, exigiéndole, en primer lugar, la dimisión de su cargo, que ya les vale, que haya llegado a ostentarlo personaje tal (también fue ministro, con Berlusconi). Lejos de verlo como un apestado ideológico, se le jaleó en el mitin de Treviglio (Milán), donde lanzó el exabrupto.
   No disparata solo. Se multiplican en su partido manifestaciones vergonzosas de similar calado racista. Así, dos meses atrás, el eurodiputado Mario Borghezio dijo de Cécile Kyenge que estaría mejor de criada que de ministra. Y no pasaron muchos días hasta que Dolores Valandro, consejera municipal en Padua, a propósito de una violación supuestamente cometida por dos jóvenes negros, se preguntara en Facebook si no habría quien la violara a ella (a la ministra), al menos para que pudiera entender qué siente la víctima de un delito infame. Usando la misma red social, se chanceaba recientemente Daniele Stival, asesor para la inmigración de la región del Véneto, escribiendo su enfado porque, con su símil, Calderoli había ofendido a los orangutanes. 
  Lo más fácil sería pensar que solo hay una supina ignorancia en actitudes como esas. Pero en el afirmarse negando al otro laten también pulsiones oscuras, complejos ocultos, intenciones nada santas.
   Estamos, amén de ante una injusticia, frente a un peligro del que la Historia no ha cesado, reiteradamente, de advertirnos. No cabe ser tolerante con la intolerancia.

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