sábado, 10 de mayo de 2014

MICRORRELATOS (DOS)


Estaba sentada en un banco del parque, con una sonrisa bailándole en los ojos y una novela entre las manos. Pasado un tiempo, cerró el libro. Todavía un instante se entretuvo en soñar con la mirada. Luego se sumó a la multitud. Para su admirador, dejó de ser.

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Un ruiseñor cantaba, y no desde un verso de Rubén Darío. Atraído por la melodía, se aproximó un azor. ¡Lástima que tuviese más de Pantagruel que de Ronsard!

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Sobre el blanco del papel, el poeta escribió su último verso. Dicen que ahí fuera anda la primavera…
                                  
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El que miraba estaba siendo mirado. Quien lo espiaba se extrañó de que no lo percibiera. De pronto se dio cuenta de que él mismo también podía estar siendo observado.

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-         “Sorsa, que eres un sorsa”, oyó que le decía.
-         “¿Sorsa yo?, replicó airado, antes de descargar el puñetazo.
Después buscó en el diccionario la palabra “sorsa” y supo lo que significaba. Nada.
           
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Post scríptum: En todo microrrelato hay espacios en blanco. Rellenarlos es tarea del lector. A menudo basta con que les añada un sentir, que, como es el suyo, será irreemplazable...

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