domingo, 13 de julio de 2014

ISRAEL

Israel bombardea la franja de Gaza. No dirige sus proyectiles contra tanques o instalaciones militares. Sus objetivos son viviendas, domicilios de militantes de Hamás, dicen a modo de exculpación de sus actos execrables. Silencian que en esas casas viven niños, abuelos, mujeres… También callan que ningún tribunal ha sentenciado a quienes ellos acusan. Y en 5 días ya han matado a un centenar largo de personas.
   Me confieso incapaz de ponerme en el lugar de un anciano que ha perdido a toda su familia en uno de esos ataques. Creo que solo podría hacerlo si fuera judío y hubiera vivido el Holocausto. Por eso me asombra que las víctimas de ayer se transfiguren en los verdugos de hoy sin el menor escrúpulo.
   Entre los israelíes también hay gente decente, yo lo sé. Inexplicablemente, la prensa occidental no nos da noticia de su existencia, pero a buen seguro se estarán levantado contra esa orgía de muerte y destrucción.
   Los poderes del mundo han dejado solos a los palestinos. Como mucho, apenas dejan entrever muecas de tímida contrariedad. Uno se pregunta para qué sirve la ONU, o el Tribunal Penal Internacional, si no se pone fin a esta masacre, si quedan impunes delitos de lesa humanidad, atrocidades como estas.
   Una vez más corresponde a los pueblos enfrentarse a la sinrazón y el crimen de Estado. Vista la inoperancia o, peor aún, la complicidad de instancias internacionales, es a la gente del común a quien nos toca elevar la voz hasta que nuestro grito sea tan intenso que lo llene todo y frene tanta iniquidad. Es nuestro turno, el momento de la calle, de la repulsa de esta guerra contra civiles y la exigencia de responsabilidades.

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