domingo, 12 de abril de 2015



UNA DIVAGACIÓN LITERARIA EN LA MANCHA


Consuegra es un pueblo dispuesto horizontalmente en la llanura como tantos que se nos van quedando atrás en la memoria de La Mancha, con calles estrechas y casas de escasa altura cuyos portales se entrevén tras cortinas. A primera vista, nada hay que llame a detenerse, si no es que en uno de sus extremos se levanta un montículo, cuya cima ocupa un castillo en no muy buen estado, pero que goza de una excelente compañía. A modo de custodios, ofician, si no los 30 o 40 desmesurados gigantes que viera Don Quijote, sí varios molinos de viento de la misma hechura de los que Sancho divisaba. Cierto que el viento, que hoy sopla huracanado en esta altura, no mueve un ápice sus aspas, como sí sucedió, en cambio, cuando los embistiera el Caballero de la Triste Figura, con el que dieron en tierra, pero eso no disminuye en nada su prestancia. El paso de los siglos ha trastocado su papel, de útil maquinaria para la molienda han devenido en monumentos y acaso el Ingenioso Hidalgo, otorgándoles prestigio literario, los haya vuelto inmortales. Una vasta planicie se despliega a sus pies, tan inmensa que semeja carecer de horizontes, y la mirada se emociona al contemplarlos.

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