miércoles, 6 de mayo de 2015

EUROPA, EUROPA…

Anoche soñé que en el límite entre España y Francia el gobierno galo había levantado una valla. Era tan alta que parecía tocar el cielo y la remataban concertinas, esas cuchillas afiladas que desguazan a quien las toca. Veía a muchos de nuestros jóvenes intentando escalar ese muro y conseguirlo a pocos. De estos últimos, buena parte nos eran devueltos.
   Mi pesadilla no terminaba ahí, porque otros muchachos, juzgando imposible sortear ese obstáculo, se ponían en manos de quienes, a cambio del dinero recaudado entre familiares y amigos, se ofrecían a ayudarles a burlar las fronteras por vía marítima. Y en buques viejos y atestados, los traficantes los entregaban al Cantábrico, o al Mediterráneo. Y se adentraban en sus aguas, movidos a partes iguales por la desesperación y la esperanza. Ignoraban que el mar también puede ser un muro, que no siempre el cielo lo pinta de azul y que en cualquier momento pueden los vientos romper su lisura, o sus ojos y ellos mismos perderse en una infinitud sin horizontes. Soñé que eran muchísimos los que no llegaban, ni volvían a donde habían partido. En el colmo de aquel desvarío, a algunos que estaban a punto de tocar tierra foránea se les recibía con disparos de pelotas de goma y botes de humo.
   Qué no imaginará nuestro cerebro cuando duerme...

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