lunes, 18 de enero de 2016

MAMÁ ÁFRICA (33): MOSI-OA-TUNYA

Cuando el lenguaje llamaba a las cosas por su nombre, para los naturales de estos parajes las Cataratas Victoria no podían ser sino mosi-oa-Tunya, humo que truena: se oye desde lejos su bramido y es visible en la distancia una humareda blanquecina, como si la produjera un incendio misterioso, cuyo frente, detenido en un punto, no avanzase ni, pese a ello, se extinguiese. Luego, ya mediado el siglo XIX, llegó Livingston y  rebautizó las cascadas en honor a una reina que vivía en otros confines.
   Andamos un sendero que bordea un bosque. A menudo se demora ese camino, concediéndonos una pausa en los miradores que se abren al abismo. Ante nosotros, el Zambeze, como si viniera del cielo, fluye en sentido vertical, enmarcado por los colores del arco iris. Da vértigo asomarse al fondo, donde, cien metros más abajo, se estrella el río. Y no es, para nuestro gozo, espectáculo que abarquen los ojos de una vez. Son casi dos kilómetros de cortina de agua, quebrada de cuando en cuando por algún roquedo o promontorio que la hierba o el musgo vuelven interludios verdes.   
   Ni una nube estorba el azul, y sin embargo llueve. Nos humedece la ropa un orballo que, contrariando el natural sucederse de las cosas, viene de abajo, un cendal de vapor que escala el paredón que salta el río, y enturbia las alturas.
  En cambio, cuando, la mañana siguiente, estamos arriba no nos mojamos: arriba, o sea, en el aire, que transforma la visión en panorámica. Desde donde ronronea el helicóptero, las Cataratas Victoria se distinguen no a trozos, sino en toda su inmensidad. Se anchea considerablemente el Zambeze, remansado por un momento, como pensándoselo antes de enfrentarse al vértigo de la brecha que se abre a su paso, tan considerable en longitud y hondura, y muy estrecha. Parece un gigantesco sumidero, aunque no lo sea, porque el agua se escapa tras el choque con la tierra y recupera de nuevo la corriente que fue. Un puente de hierro muy antiguo la sobrevuela más allá, para franquear la frontera entre Zimbabue y Zambia.

   Sólo dura unos minutos la incursión aérea, pero no será fácil que la olvide. Es más, creo que su recuerdo vivirá lo que yo… 

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